Refranero, que sabio eres,pese a las incomodades de la lengua, tú eres quien mejor define a los seres.

Ya es sabido que no hay miel sin hiel, mas distinto es que haya carne sin hueso, pues en la carne a veces reside el pecado que con el hueso podemos combatir.

Por ese motivo, y con carne de por medio, pensemos en el sentido de la vida de las rosas con espinas.

Toda belleza, goza hincada en carne de sentimentalismo y perdición, es fruto de luchas internas de placeres sin resolver y fueros vacíos de inmensa ingratitud.

A vosotras las rosas, dotadas de la carne. Carne de aquellos que se han acercado a la belleza, una belleza que les ha permitido contemplarla y, a veces hasta disfrutarla, mas el dolor y la infección venidos de las heridas de las espinas aún les sigue haciendo supurar.

Para algunos, la belleza siempre todo lo vale, mas en las consecuencias de tenerla es necesario pensar. 

Símil de gratitud a la misma, vean al leprechaun y su marmita de oro: la ama a cualquier precio, pero su muerte llega por la excesiva codicia.

Por tanta pena y la falta de compasión de estas rosas, solo puede se puede decidir de dos, una solución: ame las rosas con espinas ante cualquier precio o corte las rosas, pues toda flor siempre acaba por marchitarse.

En conclusión, y aplicando la filosofía de San Juan De la Cruz, piense que en todos los paraísos - terrenales o divinos - siempre habrá serpientes.

Pese a que las mismas le ofrezcan oro y fortuna, sólo les introducirán en submundos irreales rodeados de grandes excrementos de oro y diamantes.

Así pues, antes de aventurarse en algunos caminos al éxito, atienda siempre al refranero, quien le recordará que no hay placer sin pensarlo a priori y que no hay vida sin muerte.

Manuel Freire-Garabal y Núñez