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José Manuel López García
A mi manera

Hoy sigo teniendo ganas de ti

17-03-2018


En una noche de luces de la que el corazón recuerda hasta el más mínimo detalle, un mortal encontró una estrella caída.
 
La estrella estaba medio apagada, pero el mortal quiso buscar su luz.
No tuvo más que mirarla a los ojos para ver que la poca luz que tenía se apagaba, que sufría en silencio y en soledad las penas de una vida marchita.
 
El mortal tomó la estrella de su mano y bailó con ella por los astros cantándole al oído toda la noche hasta que empezó a brillar.
 
Así la estrella comenzó a cantar al mortal y comenzó a brillar de nuevo hasta que los dos se cantaron al otro “hoy tengo ganas de ti”.
 
La estrella visitó al mortal a la mañana siguiente. Para los dos, sus vidas ya no eran las mismas. Esta estrella caída del cielo era también ahora una estrella de mar que se había anclado al corazón del mortal con mayor fuerza que al casco de un barco.
 
Al recuperar la estrella parte de su luz, por deseo de los dioses al mortal le nacieron alas para poder subir al firmamento y tomar la mano de la estrella cada noche de luna llena para que ella pudiese brillar como hizo en un tiempo pasado.
 
Cuando el mortal perdía las alas, partía hacia la tierra de la lluvia y la estrella permanecía en su triste firmamento, pero esta vez ella era la estrella que más brillaba.
 
Cada día y cada noche, en la distancia, el mortal le cantaba mirando al firmamento y le decía que tenía ganas de ella y ella siempre le respondía.
 
Así el sentimiento nació y el mortal y la estrella se enamoraron. Sus almas y sus corazones formaban un todo inseparable que les mantenía con vida a ambos.
 
El mortal y la estrella desde entonces se unieron y se prometieron que tomaban la mano del otro y no la soltarían jamás.
Ni las tormentas, ni las estrellas recelosas y apagadas podrían separar ese amor.
 
La estrella poco a poco recuperó su brillo, pero le faltaba una parte de su luz, que perdió en donde nacen las estrellas. Así que la estrella tuvo que volver a donde nació para tener toda su luz y permanecer siempre junto al mortal.
 
Ambos entristecían con la llegada del momento. Se demostraba que donde hay amor hay dolor, pero por la fuerza de su amor no habría temor.
 
Antes de partir, la estrella le dijo al mortal que tuviera la seguridad de que siempre seguiría siendo quien le dio La Luz, ya que su días eran más felices desde que él estaba en su vida.
 
La estrella se sentiría apagada en su viaje por no tenerle junto a ella, pero estaría segura de que él es su gran amor y su todo.
 
La estrella le juró su amor eterno y que volvería para que juntos diesen vuelo a su amor.
 
Una vez partida, lo que ahora separaba al mortal y a la estrella les marchitaba. Se observaban en una distancia necesaria pero dolorosa.
 
Bien es sabido que el amor reñido es el más querido, así en ocasiones la desesperación les llevaba a atacarse sin sentido como si de enemigos se tratase, sin embargo era por el gran amor que se tenían y lo mucho que se extrañaban.
 
La estrella volvió de donde nació, volvió con luz pero sin toda la que el mortal deseaba. El mortal en ocasiones nada comprendía pero
ya lo decía el refranero español, amar no es solamente querer, es sobre todo comprender.
 
Como mortal nada podía hacer, así que entregó su alma y su propia luz de mortal para bajar a los infiernos confiando en que el amor tan grande que él y la estrella se tenían venciese todas las dificultades.
 
Desde entonces, aunque roto de dolor por la ausencia, se mantiene en la distancia para que su estrella pueda recuperar toda su luz.
 
Cada noche, en la distancia, el mortal sigue mirando al firmamento pensando en aquella primera noche y cantando “hoy sigo teniendo ganas de ti”.
 

Manuel Freire-Garabal y Núñez


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